No hace mucho me mostraron una imagen de Buenos Aires vista a través de un lente "ojo de pez". Era un mapa de principios de siglo que presentaba el entramado de las calles con una pronunciada distorsión cóncava.
Cuando vi la reciente serie de escenas urbanas de Nueva York de Burone Risso sentà una sensación similar: una metrópolis no se tiene por qué mirar desde ningún punto de vista determinado. La vista "a vuelo de pájaro" era un recurso que se usaba durante el siglo pasado para condensar una ciudad, al igual que los perfiles arquitectónicos superpuestos, que estratificaban una ciudad en torno a sus sitios más celebrados.
El enfoque de Burone Risso nos da la oportunidad de ver con otros ojos los estereotipos preferidos de una ciudad: los taxis amarillos de Nueva York, los carritos de los vendedores ambulantes, las entradas y plataformas del subte o hasta ese espiral de aspiraciones artÃsticas, el Guggenheim.
Nacido en San Fernando, un suburbio ribereño de Buenos Aires, la juventud del artista transcurrió más en contacto con la naturaleza que con la incesante amenaza del crecimiento urbano descontrolado.
Durante los últimos 15 años ha compilado una amplia crónica visual de los iconos más simbólicos de la capital - desde el estadio de fútbol de Boca Juniors, aprisionado en un lote demasiado pequeño y con sus tribunas en ángulos de montaña rusa, hasta el proto-fálico obelisco que se alza, permanentemente erecto, en la intersección de las dos únicas avenidas diagonales de la ciudad.
Ahora Burone Risso desata su incisiva visión sobre Nueva York. Su interpretación del puente George Washington - con la espalda arqueada de un viejo cansado - como puerta hacia la severa silueta de la ciudad prepara la escena para una docena de pantallazos que son otros tantos momentos álgidos en el recorrido de un peatón en busca del alma oculta bajo la lustrosa piel de la Gran Manzana.
Las pinturas de Burone Risso están habitadas por versiones humanoides nacidas de su licencia poético-arquitectónica. Tanto la gente como sus vehÃculos adquieren las caracterÃsticas de personajes de historieta - mezcla de piezas falladas del espacio exterior y un dibujante de Disney que se ha vuelto loco.
En lo que puede interpretarse como un autorretrato de nuestro porteño trasplantado (el artista como "perro que mira desde afuera") una criatura ovniesca se apresura en una intersección del centro, respondiendo con ordenada obediencia al pulso del cartel de caminar. Un hombre-lámina, con zapatillas de jogging, buzo y pantalones de ejercicio, luce cabeza en forma de yunque mientras camina por las calles con expresión resuelta. Puede tratarse de nuestro artista, acechando a su presa: imágenes para llevarse a casa y pintarlas en su estilo propio e inimitable. Su ojo vidriosos registra cada detalle, más tarde destilado para ofrecernos su visión mental de la ciudad y de esas imágenes corrientes que le resultan tan especiales al pescador de paso.
Burone Risso nos alerta sagazmente sobre los estados de conciencia alterados que pervaden el entorno alienante de nuestros dÃas. Todo está desencajado; el hombre no es ese ejecutivo de traje que vemos en la TV. Su esencia es ahora una grotesca mezcla de personajes escapados de los comics con desamparados de otra galaxia. La ligereza de su toque se combina con la pura alegrÃa de los colores para hacer que el mensaje nos resulte tolerable, mientras que so proximidad a lo universal - ya sea en Nueva York o en Buenos Aires - otorga a sus pinturas un giro lÃrico que las transporta más allá de lo divertido o anecdótico hasta el territorio de lo provocativo: es el sacudón que necesitamos para reaccionar, trascendiendo a nuestra indolente indiferencia.
Ed Shaw. -