El imaginario de Enrique Burone Risso está anclado principalmente en su "lugar", su topos existencial, (San Fernando de Buena Vista) y en una mirada sustancialmente lúdica, dirigida al paisaje urbano, a la arquitectura y a las actividades de la gente, con un marcado interés por todo aquello que resulte emblemático de lo popular (entendiendo lo popular como aquellas acciones que suscitan gran adhesión de la población, por ejemplo, el fútbol). Po supuesto, se extiende a los centros caracterÃsticos de concentración ciudadana: los estadios, las estaciones del ferrocarril, los medios de transporte, las plazas públicas, los lugares urbanos.
Con un estilo que sin ser caricaturesco, pulsa esa vena expresiva con gran habilidad, su padre, médico, y su abuelo eran caricaturistas aficionados, Burone Risso trabaja la realidad, transformándola en un lenguaje conciso, de cromatismo fuerte (potenciado por los contrastes) y ricas mutaciones. Esencialmente orgánico, es decir, que concibe todos los elementos de sus cuadros en formas de apariencia animada; animales y personas de hecho, ya que tienen naturalmente esa condición, pero también los edificios (palacio Sans Souci, óleo sobre tela, 2010) los coches (Escuela Normal, óleo sobre tela, 2010), las calles (Quinta Jacobe, óleo sobre tela, 1998), los semáforos (Carlitos en el bondi, óleo sobre tela, 1995).
Nos presenta asÃ, un mundo singular de ritmos y relaciones dinámicas, acentuadas por una lÃnea que suele delimitar los seres y las cosas, resaltándolas a ellas y al color, en una suerte de cloisonismo* sui géneris, que también ayuda a que las formas tomen cierto aspecto de insectos (siempre las he asociado con mosquitos y no parece gratuita ni arbitraria la relación si recordamos que vive y vivimos en San Fernando), pero es sin duda asÃ, sea un semáforo, una cabina telefónica, los personajes, muchas veces sin brazos (Quinta El Ombú, óleo sobre tela, 2010), una señal de ferrocarril y hasta un tren (Tren de la Costa, óleo sobre tela, 2005) suelen exhibir ese parentesco indiscutible.
Si en pintura Burone Risso apela a la transformación de las cosas en signos que oscilan entre la realidad y la fantasÃa y da preponderancia al plano como sostén de su narrativa (prácticamente todas sus obras utilizan como caracterÃstica el plano rebatido, es decir, la lÃnea del horizonte prácticamente en el borde superior del cuadro), lo que permite ese carácter de inscripción, casi de afiche, que potencia la rica simplicidad de la imagen, en sus assemblages, además del humor y el juego, vamos a disfrutar de una singular elegancia para conferir a los materiales de desecho (sean partes de muñecos o de aparatos, utensilios de cocina en desuso, trozos o aros de madera o plástico, etc.), una funcionalidad perfecta. Es en los assemblages (entre ellos LÃnea 1, Chata con Leña, Lancha Colectiva), donde Burone Risso evidencia ala agudeza de una mirada que no ha perdido sencillez, ni flexibilidad. Donde se puede entender la estrecha relación que existe entre el juego y el arte.
Tal vez sea en esos objetos, en el Popeye de la Capital de la Náutica o en el Matador de Victoria, donde emerge, además de lo dicho y con mayor claridad, esa sabidurÃa interior, directa, amable y personal, que ha dado a la obra de Burone Risso, su inconfundible estilo, su luminosidad y su jerarquÃa plástica.
Horacio Safons
San Fernando, noviembre de 2010