Desde hace cerca de veinte años, Enrique Burone Risso pinta la ciudad. La realidad y los mitos de la ciudad. El cemento, las calles, las gentes que la recorren. Extrae de sus traducciones visuales algo más que un todo simbólico. Es el espÃritu de la metrópolis, que a veces, escondido o fluyente, da un tono de convivencia extraño y a la vez configurador.
Desde hace un tiempo, pone su ojo crÃtico sobre la pasión del fútbol. Le interesa acercar una interpretación que, desde lo expresivo, traduzca ese fenómeno que arrastra multitudes. Y lo hace con ese simplismo caracterÃstico de sus planos-color: dibujando escenas vistas desde arriba, desde un costado y de otro, quebrando la perspectiva, dislocando el orden aparente. Es el fútbol grande, con sus protagonistas reconocidos y los otros. El fútbol que está de colores, de camisetas, de banderas, de un entusiasmo sin ataduras. El fútbol nacional con sus pasiones y sus vÃnculos.
En esta saga de pequeños campos pintados, entran desde una cancha hasta una hinchada. Estás los festejos y los preparativos. La popular, y los despliegues de Ãconos futboleros que no reconocen freno alguno a la imaginación. Y aquà entran el rojinegro Colón y el rojiblanco Unión, con sus estadios retratados por el artista, con sus hinchadas puntuales, con su fervor y sus entregas.
Burone Risso construye una realidad expresiva sin hincarle el diente a lo aparente del tema. Deja volar su imaginación y construye - como artista hábil que es - la otra cara de esa realidad.
Su poética. Ese paso que va de lo objetivo a lo subjetivo en una escena determinada y determinante de cierto suceso. En este caso, y puntualmente, un partido de fútbol. Toda la sÃncopa, el ritmo y la vibración humana de un partido de fútbol.
Resulta muy singular acompañar, perceptualmente, las caracterizaciones rápidas y timbradas de su pincel. En cada acento que capta, en cada determinación de un espacio plástico, el artista subsume una acción / pasión. Logra articular una auténtica paráfrasis del tema, como si, con una cámara fantástica, hubiera fijado para siempre un momento de la emoción futbolÃstica. Las lÃneas de sus figuras van más allá de la imagen. Y los colores que las califican, secretamente, inspiran muy desde adentro el grito irrefrenable de la palabra GOL.
J.M. Taverna Irigoyen .
Presidente de la Academia Nacional de Bellas Artes
Miembro de las Asociaciones Argentina e Internacional de CrÃticos de Arte.