El fútbol es religión en Argentina, y los estadios sus templos.
A partir del Lunes 15 de Abril, a las 19hs en Colección Alvear de Zurbarán.
Av. Alvear 1658. Buenos Aires.
Nació en San Fernando, donde creció y aprendió a derramar alegrÃas y tristezas por los colores de su querido equipo como es el Club Atlético Tigre.
Hoy se fusionan dos pasiones de Enrique que desde pequeño viene incursionando. Por un lado tenemos al pintor de raza, un buscador incansable de aquellos rincones de la ciudad que son iconos de nuestra bella Buenos Aires. Por otro lado al hincha fanático que religiosamente se hace presente en aquel único lugar donde se permite dejarse llevar por las emociones y derramar lágrimas de alegrÃa y tristeza por los colores de su club.
Hoy aquà tengo el placer de presentar 26 protagonistas de este hermoso deporte llamado fútbol donde Enrique, con su mirada única y auténtica, nos refleja esta pasión, que como él, sale cada sábado o domingo para dejarlo todo en la cancha.
Ignacio Gutiérrez ZaldÃvar
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Para gran parte de la población, “Dios†es argentino y nació en la humilde Villa Fiorito. Se llama Diego y le dicen “Pelusaâ€. El pibe de la Paternal que hace magia con el balón, el mundo entero lo quiere ver jugar. Los ingleses seguirán hablando de la mano de Dios. Años más tarde, en Rosario, nació un joven milagrero que no es profeta en su tierra. Deslumbra con la pelota en pagos ajenos. Los fanáticos futboleros gritan a los cuatro vientos que llegó el nuevo Messias.
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Las canchas son lugares sagrados, donde los devotos del fútbol asisten cada fin de semana a la ceremonia religiosa de noventa minutos. Los estadios están ubicados en barrios, ciudades y provincias.
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Adquieren diferentes categorÃas y pueden ser catedrales o templos. Los máximos santuarios del paÃs se levantan en la Boca y en Núñez. La Bombonera y el Monumental traspasan fronteras por su forma. En el partido de Avellaneda, al sur de la capital, dos colosos de cemento se miran de frente: El Libertadores de América y el Cilindro de Avellaneda se disputan la cuadra. De Linieras a Parque Patricios, pasamos por el FortÃn y llegamos al Palacio Ducó. En el Bajo Flores, en un entorno difÃcil, encontramos al Nuevo Gasómetro. Los Rosarinos tienen dos grandes construcciones El Gigante de Arroyito y el Marcelo Bielsa, en homenaje al histórico DT. En Santa Fe capital, pelean por la ciudad el Cementerio de Los Elefantes, cancha donde cayeron todos los grandes y el estadio de Unión.
Los clubes con instalaciones más humildes y menos hinchas son denominados “chicos†y sus figuras generalmente pasan por fuertes sumas de dinero a los llamados grandes. En la mitad de la década del sesenta tuve mi primera experiencia en la cancha. De la mano de mi viejo, fui a ver jugar a Tigre. En un marco de fuerte contenido visual, las tribunas de tablones y cemento, contenÃan a los hinchas que no paraban de alentar y agitar las banderas. La mirada de casi todos los espectadores estaba concentrada en la boca del túnel, esperando la salida de los jugadores. El campo de juego parece una alfombra verde donde los lÃmites de la cancha están marcados con una lÃnea de cal. Las torres de iluminación, tienen pocos reflectores y están ubicados en las esquinas del estadio. Desde aquel momento, en una comunión futbolera estoy pintado de Azul y Colorado, los colores del Matador de Victoria.
Los tiempos cambiaron, pero para el hincha la pasión sigue:
El dÃa del partido, voy caminando a la cancha. La distancia entre mi casa y el Coliseo de Victoria son apenas doce cuadras en lÃnea recta. La peregrinación hasta la cancha es a pie y motorizada. Por Perón, vienen desde el Canal autos, motos, camiones. La mayorÃa de los hinchas en trasporte público: el clásico 60, el 203 y el 365 los traslada en caravana. Se pueden ver muchas camisetas en las cercanÃas del estadio, varios grupos rinden culto al Dios “Bacoâ€. Los árboles y las puertas de las viviendas vecinas se convierten en baños a cielo abierto. La barra con bombos y cantos, esperan una orden de los uniformados para realizar el ingreso. La infanterÃa, junto a la montada a cara de perro, controlan los accesos. La marea viste a Victoria de azul y rojo. La voz del Estadio anuncia las formaciones y una multitud espera la pitada inicial. En el cÃrculo central, el árbitro mira su reloj, los jugadores están quietos, parecen estáticos. El silbato suena y la bola comienza a rodar. La gente alienta sin parar, los trapos y el humo a choripán dan color a la fiesta. Llegaron las primeras jugadas y algunos errores en la defensa, arrancan puteando en la platea, las gradas colmadas, no entra un alfiler. En la mejor jugada del partido, varias combinaciones y una gambeta final, termina con el grito de gol, despertando la euforia colectiva. El festejo, brazos en alto, abrazos con desconocidos, banderas que se agitan y la alegrÃa de toda una hinchada.
Las personas se trasforman en una contienda deportiva, modifican sus conductas desde lo emocional. La cancha, en nuestro paÃs, es un fenómeno de la cultura popular que inspira mi pintura.
ENRIQUE BURONE RISSO (2019)